sábado, 15 de enero de 2011

José Luis Chan: Padre de una gran familia


En la mayoría de las orquestas existen 3 familias de instrumentos: alientos, cuerdas y percusiones con sus respectivas subdivisiones -como en todas las familias- dependiedo del nivel de ortodoxia, pero al no ser el caso del presente texto, no perderemos tiempo en mencionarlas.



El concertino es, en poquísimas palabras, el primer violín de una orquesta y tiene a su cargo la ejecución de los compases marcados como solistas en la sección de los violines primeros.
Llegar a ser concertino de una orquesta conlleva, como es de suponer, años de práctica diaria con largas horas de lectura de partituras complejas llenas de puntos blancos y negros, cuadros, signos de gatos, "bes" torcidas y eternas sesiones de ensayo -en solitario y en grupo- para montar un movimiento de cualquier obra.

Para alcanzar tal distinción se debe comenzar a muy temprana edad a ejecutar el violín, y a los 12 años de edad, José Luis Chan se presentó por vez primera como solista acompañado de la Orquesta Sinfónica de Yucatán en su natal Mérida.

A partir de allí, su peregrinaje lo llevó primero a Xalapa y después a Viena, donde estuvo 8 años como integrante de la Orquesta Sinfónica de la Radio y Televisión de Austria y de la Ópera de Cámara de Viena, para posteriormente trasladarse a Barcelona donde llegó a ser concertino de la Orquesta del Gran Teatre del Liceu de esa ciudad, además de dirigir la Orquesta de Cámara de l'Empordà y ser parte de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias.

20 años en total son los que José Luis Chan invirtió en Europa en ser el primer violín de varias orquestas e impulsor de proyectos culturales en toda región que pisó.

José Luis habla bajo, despacio, pausado, y su complexión baja no parece ir de acuerdo con lo que más le apasiona interpretar: las óperas de Wagner. "La tetralogía del Anillo del Nibelungo dura en total como 12 horas -comenta ante un café helado por el intenso frío de Nueva York- pero evidentemente nunca la tocábamos de corrido, pero sí podíamos hacer las cuatro en dos semanas". Y recuerda cómo después de cada concierto, los músicos tenían derecho a una sesión de masaje de relajación, pagado por la Orquesta, para aligerar la tensión acumulada de los conciertos.

De origen maya, José Luis se nacionalizó español y tiene dos hijas que nacieron en Europa y viven en Viena. "Decidieron quedarse allá a estudiar -comenta no sin cierta pesadumbre- y espero que vuelvan pronto, pero como padre de familia, no debo interferir en sus elecciones".

Sin embargo, hay otra familia en la que sí incide. José Luis es ahora titular de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Yucatán, donde enseña y promueve la música de concierto entre los niños mayas, y en la que los de más edad tienen también la obligación de enseñar a los más pequeños.

"Cuando salí de México, no pensé quedarme tantos años en Europa. Pero cuando iba en el avión, me hice una promesa: regresar a México para devolverle todo lo que me había dado, y lo he podido hacer a través de los niños", dice el también ex-director huésped de la "Orcherster du Catalogne" en Francia y actual Direcrtor Artístico del Festival de Música Sacra "Les Pasqüetes" en Ceret, también en ese país.

Hombre de una sencillez abrumadora y una modestia nada fingida, se siente un tanto incómodo al hablar de sí mismo y se emociona abiertamente cuando menciona lo que es trabajar con los niños mayas.

Después de una charla de más de dos horas, se queja del frío y comenta que al regresar a Mérida dio de baja todo su ajuar invernal, lo que me hizo recordar a este padre de familia un chiste que alguna vez me contara su paisano, el maestro Armando Manzanero: "En Mérida hace mucho frío, pero por el calor, no se siente". Se ríe con una carcajada franca y apura el paso acomodándose el gorro hacia el Old Castle, para cambiar el café por un whisky, en una noche de Nueva York en la que ha comenzado a nevar.




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