martes, 21 de febrero de 2012

Walt Disney, Mahler y Dudamel.

Aparece por el costado izquierdo del escenario. Con paso rápido consume los escasos 20 metros que separan la puerta de la pequeña plataforma colocada en el proscenio, a la que llega casi sin aliento. Es el director y ansía llevar la primera ofensiva en un nuevo duelo en el que se batirá esta noche, la 9ª Sinfonía de uno de los leviatanes de la música de concierto: Gustav Mahler.

La bestia fue procreada entre 1909 y 1910 y el reto, además de domar a una orquesta de 120 músicos dispuestos a jugarse la salud mental, es una sala abarrotada hasta la última butaca. El Walt Disney Concert Hall recibe a Gustavo Dudamel para dirigir el ataque a Mahler, al frente de la artillería compuesta por la Orquesta Filarmónica de Los Angeles. La ecuación no puede ser más compleja si se le añade la variable que representa la expectativa de un público escéptico en tanto las verdaderas cualidades de este joven venezolano de apenas 30 años, a quien se le ha dado la encomienda de ser el director titular de una de las orquestas de mayor tradición en Estados Unidos.

No hay atril ni partitura. Armado sólo de una batuta de empuñadura blanca, arremete con los ojos cerrados contra los compases de la que fuera una de las últimas composiciones de Mahler, escrita desde del dolor y con el sempiterno olor a muerte que predominó durante los últimos años de su vida. Pero hay que domar a la bestia por partes. 

Dudamel navega el océano de corcheas arrastrando la laguindez de los cornos por toda la sala, fundiéndolos sobre las aparentemente endebles melodías de las cuerdas y dos casi tímidas pero imprescindibles arpas, cuya aparción responde precisamente a los discretos momentos decisivos de esta composición, que va cediendo de a poco al encanto hipnótico de quien agita esa pequeña pieza de madera para domarle por completo, seduciéndola hasta hacerle echarse en su regazo. 

En contraste con la inicial premura, los cuatro movimientos transcurren pausados y en el sepulcral silencio con el que comulgan los que pertenecen a la cofradía de Mahler, y más recientemente, a la de Dudamel. Así. En este estricto orden.

La 9a Sinfonía de Gustav Mahler nunca fue escuchada en una ejecución completa por su creador; Dudamel se encarga de hacérnoslo saber a través de su poco ortodoxa forma de conducción, que algunos calificarían incluso de histriónica en extremo. Sin embargo, se rinde a la creación al acariciarla sin soslayar un solo silencio ni una nota, cuyo mapa mental lleva tatuado, línea por línea y compás por compás. 

Todo termina en un momento sin tiempo, con la batuta sostenida eternamente en el último compás de la sinfonía y con una orquesta casi en silencio, para bajar un extenuado brazo que da la señal para que estalle una ovación de más de diez minutos que los feligreses allí reunidos le rinden a quien acaba de someter por completo a la bestia.

Walt Disney podrá estar orgulloso; el encuentro de dos grandes, separados por más de un siglo de distancia, tiene lugar bajo el techo de una de las mejores salas de concierto que lleva el nombre de quien diera vida a otro icono de nuestra cultura que también tuvo a su cargo la coducción de una orquesta durante la película "Fantasía", pésele a quien le pese: Mickey Mouse.

lunes, 6 de febrero de 2012

Fátima y Rosana.

Fátima tiene 7 años. Vestida totalmente de violeta, su color favorito, escudriña con recelo a los adultos que la rodean. El gran espejo con lámparas que está a su lado y una fotografía monumental de cuatro jóvenes tontos en una guerra de almohadas sobre la cama de una habitación de hotel no le intimidan; le interesa poco saber que "los que se comportan como niños" son los Beatles.

Habla poco y claro y se mantiene erguida; hace esfuerzos por detener en su lugar el pequeño gorro púrpura que le cubre la cabeza. "Los tenis también son morados"- dice, cuando un daltónico los confunde con azules. Es de noche, casi las nueve, y está cansada, pero aún así tiene fuerza para cantar completa "A fuego lento".

La autora de la pieza se le acerca y le da un beso grande y sonoro que no la sonroja. 

Han quedado para comer pizza al día siguiente y pasar la tarde juntas, una vez que Fátima pueda descansar, y si se siente bien, asistir al segundo concierto de Rosana en el Lunario. Ha sido un día largo para ella.

La noche anterior, la madre de Fátima deslizó una pequeña nota escrita en un portavasos hasta el camerino de Rosana Arbelo, durante la primera presentación que tuvo en Lunario de la Ciudad de México, apenas en enero pasado. En ella comentaba que Fátima se sabía de memoria todas sus canciones y que deseaba conocerla. La española oriunda de Lanzarote, accedió de buena gana. 

El encuentro tuvo lugar en el camerino del recinto la noche siguiente, y Fátima tuvo la oportunidad de corregir a Rosana: "Así no va esa canción" -le dice a la canaria cuando ésta se equivoca en el pequeño recital privado que le prepara a la niña en el camerino. "¡Discúlpame! ¡Hace mucho que no canto esa canción!" -dice Rosana a la niña con cáncer que ha querido concerla. "No importa -dice ella- tú la escribiste y deberías de saberla. Yo no la escribí y me la sé", dice Fátima lapidaria, acostumbrada ya a no tener miedo a nada.

La niña se incorpora tan rápido como la quimioterapia de ese día le permite, y se acomoda el gorro sobre la cabeza sin pelo. Va de salida y sólo piensa en una cosa que externa contundente, mientras se acurruca en los brazos de su madre: "Mañana nos vemos y comeremos pizza, y espero que te aprendas mejor tus canciones. Ahora me quiero ir a dormir".

El día siguiente, Fátima lo pasó cantando y comiendo pizza.







viernes, 3 de febrero de 2012

2012, o la vuelta de tuerca.

Es fácil pensar en decidir asuntos. Es más sencillo aún definir qué cosas se tienen que decidir y definir, pero tomar decisiones es sin duda lo que más agota.

Después de un largo periodo de hibernación, el Sextante Azul se desempolva y otea horizontes que van de los trópicos a los sicotrópicos.

Unas vueltas de tuerca aquí y allá, redescubrimientos de viejos hábitos y el abandono de otras nuevas adicciones, otras más por las mescalinas y unas gotasa de introspección, tan de moda y recurrente en nuestros días.

Las promesas sugieren compromisos que no estamos dispuestos a cumplir. Seguiremos cumpliendo, eso sí, con prometer diversas cosas al que quiera que se le prometa.

Así que si están a la vista, el sextante podrá calcular el azimuth y saber su posición.

Zarpamos de nuevo.

Por su atención, gracias.