viernes, 20 de julio de 2012

Museo Soumaya, donde se supone que sabemos todo.

Lo primero que suele hacer la mayoría de las personas que conozco al llegar a un museo, es buscar esa pequeña guía impresa que permite dar forma a nuestro aleatorio deambular por entre las salas, donde perdernos es lo de menos, si se disfruta la visita.

Lo siguiente es escoger, de entre todas las opciones, aquello que nos llama más la atención. Después de eso, no queda mas que disfrutar del recorrido.

Nada de lo anterior sucede en el Museo Soumaya de la Ciudad de México.

Arquitectónicamente, un edificio que la zona en la que está no le hace justicia -y que algunos apodan "El Yunque" por su inevitable parecido con la herramienta de trabajo de los herreros-, el Soumaya no deja de sorprender por las cosas que no tiene y que podrían estar mejor.

Por política, según comentan los encargados, el museo no cuenta con una guía impresa. "Para eso está toda la información en el sitio"- me dice una señorita, muy amablemente, quien comenta que la mejor forma de visitar el museo es tomar el ascensor hasta la última planta y hacer la visita en una espiral museográfica de bajada. Aparentemente y tan solo por preguntar, corrí con mucha suerte. Mientras disfrutaba de una de las colecciones más completas de la obra escultórica de Auguste Rodin, los visitantes llegaba exhaustos hasta el último piso después de visitar las demás salas de subida.

Allí las esculturas se suceden de forma vertiginosa sin espacio para la contemplación, en una sola planta donde lo que sobresale es una reproducción en bronce de las tres figuras colosales que coronan La Puerta del Infierno, actualmente en el Museo Rodin de París, junto a los Burgueses de Calais y otras esculturas de... Dalí. ¿Por qué Dalí y por qué allí? La pregunta que el curador parece haberse hecho es: "¿y por qué no?".

Salas más abajo -o más arriba, según se haga el recorrido- hay retratos, paisajes, naturalezas muertas e imágenes de la aparición de la Vírgen de Guadalupe y su posterior impresión en el ayate de Juan Diego; figuras precolombinas, Monet, El Greco, Gibran, la época colonial en México, Tamayo, el Renacimiento, Dr. Atl, Rembrandt y Siqueiros. Todo junto, y sin una pequeña guía de bolsillo que nos explique épocas, técnicas o por qués. Precisamente, por lo menos seis obras del muralista mexicano, se exhiben exactamente con la misma cédula cuya única aportación es decirnos que nació en el Distrito Federal y no en Ojinaga. El diario La Crónica, por ejemplo, cuenta con una mejor explicación sobre el mural que se exhibe en el recinto mismo.

El museo da por sentado que los visitantes han visto previamente su página; que conocen sus políticas, saben de sus criterios curatoriales y donde el valiosísimo acervo artístico con que cuenta parece haber sido puesto en un rociador de jardín para salpicar las paredes de este nuevo museo que recién abrió sus puertas en la ciudad. 

Pero soy tan solo un visitante más. Que alguien me diga si estoy equivocado.





1 comentario:

  1. Mi estimado Pantanos, buena la descripción, pero se me hace que por el sueño, te faltó un remate más contundente, el que tiene es conciso, pero parece cortado por falta de espacio o de tiempo.

    Abrazo
    Necio

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